59. LA ABEJA Y LOS ZÁNGANOS

A tratar de un gravísimo negocio

Se juntaron los zánganos un día.

Cada cual varios medios discurría

Para disimular su inútil ocio.

Y por librarse de tan fea nota

A vista de los otros animales,

Aún el más perezoso y más idiota

Quería, bien o mal, hacer panales.

Mas como el trabajar les era duro,

Y el enjambre inexperto

No estaba muy seguro

De rematar la empresa con acierto.

Intentaron salir de aquel apuro

Con acudir a una colmena vieja,

Y sacar el cadáver de una abeja

Muy hábil en su tiempo y laboriosa;

Hacerla con la pompa más honrosa

Unas grandes exequias funerales,

Y susurrar elogios inmortales

De lo ingeniosa que era

En labrar dulce miel y blanda cera.

Con esto se alababan tan ufanos,

Que una abeja les dijo por despique:

—¿No trabajáis más que eso? Pues, hermanos,

Jamás equivaldrá vuestro zumbido

A una gota de miel que yo fabrique.

¡Cuántos pasar por sabios han querido

Con citar a los muertos que lo han sido!

¡Y qué pomposamente que los citan!

Mas pregunto yo ahora:—¿Los imitan?