47. EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA
Un estudiante volvía desde Salamanca para su tierra después de haber
concluido su curso. Llevaba poco dinero, y así en todas las posadas ajustaba su
bolsa con la huéspeda, para que no se le acabase antes de, concluir su viaje. La
economía de que usaba era suma. Sucedió que iba a pasar la noche en una posada
donde la huéspeda era mujer de lindo entendimiento, lindo modo y mucho agrado.
Ella le preguntó qué quería cenar. Respondió que quería un par de huevos.
—¿Nada más, señor licenciado?—dijo la huéspeda. El estudiante contestó:—Me
basta, pues yo ceno poco.
Trajéronle los huevos. Mientras comía, la huéspeda le propuso unas truchas
muy buenas que tenía. El estudiante resistía a la tentación.
—Mire Vd., señor licenciado,—dijo ella—que son excelentísimas, porque tienen
las cuatro efes.
—¿Qué quiere decir eso, las cuatro efes?
—¿Pues no sabe Vd. que las truchas han de tener las cuatro efes para ser
magníficas?
—Nunca he oído tal cosa,—repuso el estudiante—y quisiera saber qué cuatro
efes son ésas. ¿Qué significa este enigma?
—Yo se lo diré, señor,—respondió la huéspeda.—Quiere decir, que las truchas
más sabrosas son las que tienen las cuatro circunstancias de Frescas, Frías,
Fritas y Fragosas.
A esto replicó el estudiante:—Ahora comprendo. Pero, señora, si las truchas
no tienen otra efe más, no sirven nada para mí.
—¿Qué otra efe más es ésa?
—Señora, que sean Fiadas; porque en mi bolsa no hay con que pagarlas por
ahora.
La agudeza del estudiante agradó tanto a la huéspeda, que no sólo le presentó
las truchas graciosamente, sino también le llenó la alforja para lo que le
restaba de camino.